La Virgen que forjó una raza: Conquista, seducción y mestizaje

Por: José Clemente Torres Sánchez

Rosario Herrera en su ensayo Quinto centenario: tres escorzos¹ señala que tanto conquista y seducción son términos que confluyen. Son prácticamente sinónimos en un proceso que se gestó hace casi quinientos años, que incluyó una hecatombe bélica, un vasallaje político y una inculturación que dio origen a una nueva raza y a una nueva cultura.

Pero, ¿Qué hizo posible la formación de una nueva identidad a partir de dos culturas y razas en pugna? Su génesis podría explicarse en un hecho conocido como el acontecimiento guadalupano, que hasta el día de hoy es motivo de polémica tanto por su historicidad como por el carácter religioso que la reviste.

En este artículo explicaré, cómo las apariciones de la Virgen de Guadalupe hicieron posible la conquista-seducción de México y la conformación de una nueva raza producto de aquélla.

Para los españoles, la conquista significó la obtención de nuevos territorios para la Corona y nuevos súbditos para Su Majestad, pero también supuso una seducción por las culturas indígenas, sus costumbres, sus creencias pero sobre todo por la riqueza ornamental y artística de sus construcciones y la profusión del oro –objeto de codicia- en accesorios y utensilios.

Pero también el indígena se vio seducido por el color de la piel europea distinto al suyo, se quedó hechizado al ver los caballos, las armas de fuego, las armaduras a las que no podían penetrar sus flechas y quedó cautivado por la dulzura y paciencia de aquellos hombres casi inermes, si acaso con un bastón para apoyar sus pasos y el nombre de Dios en sus bocas.

La conquista-seducción fue un proceso traumático como señala Miguel León-Portilla²: no fue súbito sino paulatino el desmantelamiento de muchas de las instituciones y elementos mesoamericanos de carácter político, social, religioso y económico. Sin embargo, los pueblos indígenas resistieron a su manera al defender y mantener aspectos clave de su antigua cosmovisión, creencias, tradiciones y, desde luego, sus lenguas.

Empero, después de la caída de Tenochtitlan y tras el acontecimiento de Guadalupe otro milagro tuvo lugar: el surgimiento de una nueva raza, una nueva cultura que heredaba los caracteres y símbolos de ambas culturas.

El mestizaje fue la consecuencia y el culmen de ese proceso conquistador-seductor. Cuál romance, una y otra cultura se encontraron para cohabitar y dar a luz a una nueva identidad: así como los genes se transmiten de padres a hijos así lo indígena y lo español se entrelazaron para dar origen a lo mestizo cuya simbología estaba plasmada en la tilma de Juan Diego: una muchacha morena, mitad india, mitad española, híbrida de raza y de significado icónico tanto para el indígena que la interpretaba como a un antiguo amoxtli o para el español ayudándose de la teología.

La imagen de la Guadalupana significó el libro común en el que todos podían leer, comprender e identificarse. No fue casualidad que siglos después Miguel Hidalgo la enarbolara como bandera en su lucha emancipadora.

Guadalupe es la síntesis de la conquista-seducción y la fuente del mestizaje y aglutinante de la identidad de un pueblo: México.

¹Rosario Herrera Guido, “Quinto centenario: tres escorzos”, en Filosofía de la cultura, UMSNH, 1995, pp. 185-206.

²Miguel León-Portilla, “La conquista de México”, en Arqueología Mexicana, núm. 51, pp. 20-27.

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