Por Abraham Garza Alemán
Simone de Beauvoir se topó con un gran problema que sigue aquejando a los ideólogos del género, la realidad o más bien dicho, la biología, ya que la mujer estaba diseñada biológicamente para dar a luz, además que los hombres y mujeres tenían infinidad de diferencias naturales, desde el sistema óseo, hormonas, porcentajes de grasa y músculo, así como un sistema neuronal completamente diferente ¿Cómo explicar esto a luz de una ideología? Este es el reto al que se enfrenta el feminismo hasta hoy, incluso habiendo quienes llaman a luchar contra “la tiranía de la biología”.
Además, les recuerdo que Simone de Beauvoir y su amante-maltratador, Jean-Paul Sartre, fueron grandes difusores de la revolución marxista. Bastante cercanos a los degenerados y asesinos de Fidel Castro y el “Che” Guevara.
Beauvoir comentó lo siguiente:
“Por primera vez en nuestras vidas, fuimos testigos de la felicidad que se había logrado con la violencia”
Por su parte Sartre comentó:
“El Che Guevara no solo fue un intelectual, sino también el hombre más completo de nuestra época”
Aquí vemos grandes diferencias, ya que por un lado el liberal John Stuart Mill pretendía introducir reformas en el ámbito legal, como el tema del sufragio igualitario y las mismas oportunidades de educación, pero el método marxista que se introdujo solo veía la solución a través de la violencia, la destrucción de la propiedad privada y la familia natural.
De hecho incluso el infame Rockefeller llegaría a afirmar que su fundación financió y promocionó el feminismo, debido a que al tener a ambos miembros del matrimonio en la esfera laboral, ambos consumirían más, además de descuidar a sus hijos y dejarle el camino libre para ser adoctrinados por los grandes medios, esta estrategia ha funcionado a la perfección hasta nuestros días.
Un panfleto de la URSS llegaría a declarar lo siguiente:
“En la fábrica, en el taller, ella trabaja para un empresario capitalista, en la casa lo hace para la familia. Miles de mujeres venden su fuerza de trabajo al capital; miles de esclavos alquilan su trabajo; miles y cientos de miles sufren el yugo de la familia y la opresión social. (…) ¡Camaradas trabajadoras! Los compañeros trabajan duro junto a nosotras. Su destino y el nuestro es el mismo”
Beauvoir sentaría las bases para otras autoras mucho más trastornadas, un claro ejemplo lo tenemos en Shulamith Firestone, siendo una de sus principales obras “La dialéctica del sexo”, que sería una obra donde utilizaría una amalgama entre el marxismo y su postura económica en el ámbito sexual, diciendo que al ser la mujer la que siempre está dispuesta a complacer los deseos sexuales del hombre y luego llevar el fruto en su vientre hasta el nacimiento, el trabajo recae en la mujer, por lo tanto surge una nueva dicotomía en donde el hombre es el burgués y la mujer el proletariado.
Esta mujer incluso llegaría a declarar que la familia era un lugar opresivo para la mujer y había que disolverlo, una frase emblemática fue:
“Hay que romper la tiranía de la familia biológica”
Además tenemos que mencionar las promesas de la comunista rusa Aleksandra Mijaylovna Kollontay, en su obra “El comunismo y la familia” leemos lo siguiente:
“La mujer trabajadora no tendrá que ahogarse en un océano de porquería ni estropearse la vista remendando y cosiendo la ropa por las noches. No tendrá más que llevarla cada semana a los lavaderos centrales para ir a buscarla después lavada y planchada”
Lo más curioso de todo esto es que mientras en los países comunistas, la gente hacía fila para adquirir papel higiénico, en la malvada sociedad capitalista, estas predicciones vaya que se cumplieron, ya que los niveles de bienestar y movilidad social se elevaron considerablemente.
En pocas palabras, la segunda ola del feminismo nos muestra que su único objetivo es la destrucción de la familia natural y toda moralidad, para sustituirla por un estado totalitario, al puro estilo de la distopía de un mundo feliz.