Batalla Psicosociológica – Parte 2

Escrito por: Edwin Magaña

Entonces hemos dicho, la razón de mencionar la carencia de valores y principios morales en esta modernidad radical es porque es precisamente este hecho -entre otros- uno de los factores por los que no hay un racionalidad de por un lado, las acciones que las personas toman y sus implicaciones o consecuencias, y por otro la estructura -como bien lo mencionan los progresistas- cultural que una sociedad tiene es la determinante en cómo funcionan las relaciones entre sus ciudadanos.

El abandono de la madre y del hijo por parte del varón, la falta de empatía y de conciencia de deberes impersonales a realizar como comunidad son causantes de la sensación de soledad, incomprensión, vulnerabilidad y una línea apática-nihilista, todo ello por creer que todo lo que se necesita es apelar a pasiones, preferencias, deseos y voluntades, característico de este emotivismo moral. Debido a ello, las familias contemporáneas están destinadas a fracasar, ya que no hay lazos existentes más allá del ámbito legal, provocando también una falta de identidad y querer deshacerse de todo con tal de conocerse así mismo. Pero como bien lo dice MacIntyre:

 “(La segunda característica del emotivismo) Su carencia de cualesquiera criterios últimos. Me refiero a lo que ya hemos observado, que cualesquiera criterios o principios o fidelidades valorativas que pueda profesar el yo emotivista se construyen como expresiones de actitudes, preferencias y elecciones que en sí mismas no están gobernadas por criterio, principio o valor, puesto que subyacen y son anteriores a toda fidelidad a criterio, principio o valor. En muchas sociedades tradicionales premodernas, se considera que el individuo se identifica así mismo y es identificado por los demás a través de su pertenencia a una multiplicidad de grupos sociales. Soy hermano, primo, nieto, miembro de tal familia, pueblo, tribu. No son características que pertenezcan a los seres humanos accidentalmente, ni de las que deban despojarse para descubrir el <<yo real>>. Son parte de mi substancia, definen parcial y en ocasiones completamente mis obligaciones y deberes. Los individuos heredan un lugar concreto dentro de un conjunto interconectado de relaciones sociales; a falta de este lugar no son nadie, o como mucho un forastero o un sin casta”4.

 Las consecuencias de estas cuestiones de índole sociológica y cultural repercuten en los individuos y el cómo psicológicamente representará un factor en su vida, como orillarlos a la toma de decisiones complicadas –y en caso de aborto, peligrosas- para no sentir más complicaciones. El análisis de Montero y López Lena, y Sánchez Sosa nos dan definiciones psicológicas de la soledad:

“En términos psicológicos, existen diversas definiciones para la soledad, tal vez la más antigua sea la de Sullivan quien la concibió como una experiencia displacentera, asociada con la carencia de intimidad interpersonal. Continuando con esta línea, Young concibió a la soledad como la ausencia real o percibida de relaciones sociales satisfactorias, que pueden ser acompañadas por manifestaciones de “distrés” psicológico. Para Weiss, quien fuera llamado “el padre de la investigación sobre la soledad”, dice que esta es una respuesta ante la ausencia de una provisión de relación particular. Otros autores definen a la soledad como una discrepancia entre las relaciones interpersonales actuales y las deseadas. Para Peplau y Perlman, “la soledad es una experiencia displacentera que ocurre cuando la red de relaciones sociales de una persona es deficiente en algún sentido importante, ya sea cualitativa o cuantitativamente”. También se ha conceptualizado a la soledad como un mecanismo de retroalimentación adaptativo que informa al sujeto sobre el nivel de estimulación de interacción social que está recibiendo, en términos de cantidad y forma”5.

Sólo por mencionar la soledad como una consecuencia psicológica ya que creí sería la más importante, bien podemos mencionar otras, además de producir otras por sí misma la soledad, como lo puede ser la depresión.

Según estadísticas del gobierno mexicano las cifras de la Organización Mundial de la Salud destacan que la depresión constituye un problema importante de salud pública, más de 4% de la población mundial vive con depresión y los más propensos a padecerla son las mujeres, los jóvenes y los ancianos.

En el mundo, este trastorno representa la cuarta causa de discapacidad en cuanto a la pérdida de años de vida saludables.

México ocupa el primer lugar de discapacidad para las mujeres y el noveno para los hombres. Además, se estima que 9.2% de la población ha sufrido depresión, que una de cada cinco personas sufrirá depresión antes de los 75 años y que los jóvenes presentan tasas mayores6.

Y para finalizar este primer capítulo -retomando la “sociedad patriarcal” inexistente y señalando algo totalmente distinto- cabe mencionar que toda institución, política pública y comportamiento social es el reflejo en praxis de la cosmovisión y comprensión que la sociedad misma tiene del mundo y también de la vida. Están ahí y así porque rechazan la idea de sujetarse a un compromiso más allá de sí mismo, para finalizar ahogándose en su relativismo y emotivismo; solo existe en ellos lo íntimo, más allá no tienen esencia por el rechazo a la misma, más allá de su sentir no son. 

1 González de Chávez Fernández María Asunción, “El aborto: un abordaje bio-psico-social”, p. 1.
2 Ibidem, p. 2.

3 Rincón Prada Dora Elizabeth, Rojas Herrera Diana Marcela, Vargas Pineda Plinio, Ramírez Cárdenas
Jorge Arley, “El aborto en adolescentes, factores de riesgo y consecuencias: revisión de literatura”, Salud
Aredina, Bogotá, Colombia, p. 67.

4 MacIntyre Alasdair, “Tras la Virtud”, Primera Edición, University of Notre Dame Press, Notre Dame,
Indiana, Cap. III, pp. 63 y 64.

5 Montero y López Lena María, Sánchez Sosa Juan José, “La Soledad como Fenómeno Psicológico: un Análisis Conceptual”, Salud Mental, Vol. 24, 2001, p. 20.

6 Descifr3mo5, p. 38, https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/280081/descifremos15-2.pdf.

7 Infanzón Martha, “La Mujer y los Efectos Psicológicos y Sociales del Aborto”, p. 216.
8 Hernández Garre José Manuel, Aznar Mula Isabel María, Echeverría Pérez Paloma, “Hablan las madres.
La parte menos contada del aborto voluntario”, Cuadernos de Bioética XXVIII 2017/1ª, p. 60.

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