Por Abraham Garza Alemán
Debemos recordar que Polonia desde que Napoleón trato de resucitarla como estado tapón para hacerle frente a Rusia, no era una nación independiente y no sería hasta que Inglaterra por los mismos motivos daría luz verde al proyecto de nación polaco, lo cual daría como resultado a una nación sumamente antisemita, nacionalista y victimista, ya que se han tratado de vender al mundo como una nación siempre oprimida por los demás, especialmente por Rusia, que si bien es cierto que sufrieron bajo el régimen totalitario comunista en el siglo XX, durante siglos anteriores fueron los polacos quienes iniciarían los conflictos con tal de debilitar a Rusia y Lituania o anexionarse territorios de Checoeslovaquia.
Muchos no saben que más de un tercio de la población de Polonia no era de origen polaco y se vieron sometidos a un terrible proceso de cartelización y “polaquización”, al más puro estilo de los comunistas en Rusia, que por cierto debemos señalar que fueron los polacos quienes en Rusia antes del estallido de la revolución se dedicaron a promover el antisemitismo y a acusar a los judíos falsamente de crímenes con tal de dañar las relaciones entre los rusos ortodoxos y la comunidad judía, crímenes que fueron desestimados por los tribunales rusos.
Es por eso que nos debe extrañar que a finales de la década de los 20’s, Polonia se había convertido en una dictadura con unas leyes terriblemente antisemitas, en donde se discriminaba a aquellos que no eran polacos étnicos y católicos, incluso era bastante común en ese país que entre más antisemita fuera un miembro del clero, más ascendía en la jerarquía eclesiástica.
Incluso judíos exiliados en España después de la segunda guerra mundial admitieron que los polacos siempre fueron mucho más antisemitas que los alemanes, aunque también es cierto que Polonia es un país de extremos, ya que la gran mayoría de premiados como “justo entre las naciones” por brindar ayuda a los judíos durante la segunda guerra mundial fueron polacos. Así como que fue en Polonia donde los nazis formalmente impusieron la pena de muerte para cualquier persona descubierta escondiendo a los judíos.
En 1967 después de la guerra de los seis días, que enfrento Israel con los países árabes que planeaban erradicarlo, Polonia rompió relaciones diplomáticas con Israel, además en 1968 los judíos que aun vivían en Polonia fueron víctimas de una campaña mediática organizada por el estado para declarar que los judíos eran desleales al comunismo. Ese mismo año hubo manifestaciones estudiantiles en contra del régimen comunista y este respondió con una campaña para desviar la atención hacia los judíos, haciendo propaganda antisemita.
Lo que resulta curioso es que tanto comunistas como los fanáticos religiosos han recurrido a las mismas tácticas de manipulación para promover el antisemitismo, aunque todo esto fue en su momento ocultado ya que había que dar pie a la propaganda de un papa polaco anticomunista, conocido como Juan Pablo II, así que todos estos escándalos, asa como el antisemitismo institucional de las organizaciones religiosas fue barrido debajo de la alfombra para vendernos una Polonia que se enfrentaba valientemente a los malvados comunistas.
Sería con la caída de la URSS, que Polonia pasaría de ser un títere del pacto de Varsovia a un títere del complejo militar industrial encarnado en la OTAN, ya que con la caída del régimen comunista ya no había excusa para seguir respaldando a Polonia, ahora la cuestión sería si Polonia se convertía en dictadura o una democracia.
Lo cual nos lleva a la actualidad, en la cual efectivamente Polonia va paso a paso a convertirse en una nefasta dictadura, ya que en 2017 se impulsaron una serie de reformas para quitarles la independencia a los jueces y someterlos al ejecutivo, además de privar a sus ciudadanos del amparo de la justicia de la unión europea.
Hasta julio de 2021, la justicia europea condenó a Polonia tres veces por este tipo de reformas que implican una purga de los jueces y un control de los mismos mediante un órgano sancionador que les impedía actuar con independencia y neutralidad y la imposibilidad de acudir a los órganos europeos de justicia.
Además a esto le sumamos la iniciativa de ley que tienen como objetivo impedir las obligaciones dictadas por los acuerdos firmados por la unión europea relativas a la existencia de un tribunal independiente e imparcial, ante lo que Polonia responde con la negativa a obedecer al tribunal de Luxemburgo en materia judicial alegando que eran incompatibles con la constitución, cuando es solo una desobediencia a los tratados firmados con la unión europea, que asume la supremacía del derecho comunitario sobre el nacional.
Si bien estamos de acuerdo en que la unión europea es uno de los más grandes promotores del progresismo y que no compartimos muchos postulados de la misma, debemos recordar que Polonia voluntariamente ha adherido a dicha organización y ha firmado dichos acuerdos, solamente que aplica una doble moral al servirse de los beneficios de pertenecer a la misma, sin respetar sus responsabilidades, además que dicha polémica con la justicia poco tiene que ver con el progresismo y la ideología de género.