Hablemos de la democracia – parte 2

Por Abraham Garza Alemán

Como lo comentamos anteriormente, la idea de democracia murió en la Atenas antigua y al momento que Roma absorbió la cultura griega debido a la gran admiración por esta última, pero en lo tocante al tema de la democracia tuvo cierto rechazo, Roma empezó como una monarquía que poco a poco fue cambiando hacia una oligarquía denominada como res publica, ósea “cosa pública” hasta convertirse en una dictadura militar supuestamente “republicana” hasta llegar al imperio que conocemos hoy en día.

Dicho imperio colapsaría desde adentro, debido a diversos factores entre los principales que podemos mencionar:

1. Una migración bárbara descontrolada y la incapacidad de mantener seguras las fronteras.

2. Un excesivo gasto público y una corrupción más que exagerada.

3. Una decadencia moral y cultural en todas las esferas de la sociedad.

Y con la caída del imperio no cambiarían mucho las cosas, ya que le siguieron una serie de monarquías pendencieras y codiciosas que peleaban entre sí por la más mínima tontería, cosa que sería aprovechada por los invasores musulmanes, que por poco conquistaron toda Europa, escenario que fue evitado no por la fortaleza de Europa sino por las divisiones internas de los mismos musulmanes.

No sería hasta el año de 1188 en el reino de León, hoy España el primer intento de parlamento, gracias a la Carta Magna leonesa, que lamentablemente duró casi nada y que no podríamos calificar de democrático, tampoco lo sería la posterior Magna Charta inglesa de 1215, que trataba de limitar el poder del monarca frente a la nobleza. Tampoco podemos decir que la edad media vio mejores días, ya que estuvo dominada por una visión helénica heredada de las ideas de Platón y Aristóteles y en parte que como bien lo mencionó el polémico Julius Evola, el cristianismo se traicionó a sí mismo acostándose con el poder imperial, dando como resultado un poder absoluto tanto del rey como del sumo pontífice.

Después de siglos de corrupción vendrían ideas de cambio y renovación, como sería el caso de John Wyclif, John Huss, Guillermo de Occam y Erasmo de Rotterdam, entre otros. Dando como resultado la polémica reforma del siglo XV y está a su vez desempolvar el ideal cristiano de la supremacía de la ley, ideal que había quedado sepultado por siglos de oscuridad.

Sería Juan Calvino en el año de 1539, quien redactando una respuesta al cardenal Sadoleto en tan solo seis días, que nacería un clásico de la historia de la teología, dicho documento redactado por Calvino hacia una defensa extraordinaria de la primacía de la ley y que ninguna institución debía estar por encima de la ley, sino que esta última estaba por encima de todos y debía ser aplicada por igual, no como el antiguo ideal de leyes especiales para los monarcas, obispos, nobleza, mercaderes y campesinos, sino que una misma ley debía tener supremacía sobre todos los anteriores, estableciendo así un principio que hoy en día es defendido por cualquier defensor de la libertad: la igualdad ante la ley.

En nuestra Latinoamérica lamentablemente el ideal que ha prevalecido hasta nuestros días es la supremacía no de la ley sino de las instituciones, siendo estas vendidas al mejor postor, esa es la razón por la que una persona puede estar en la cárcel por robarse un queso o un kilo de barbacoa, mientras que los miserables que han robado y desviado millones para su beneficio estén sentados en el congreso o más lamentable el caso que seres vendidos de lleno a la agenda progresistas del aborto y la ideología de género, hoy en día estén sentados en los asientos de la suprema corte y que Dios se apiade de nuestra generación, ya que no hay tiempo y nación más desdichada que aquella cuyos jueces merecen ser juzgados.

La historia ha sido más que clara y debemos aprender de ella, ya que de lo contrario nos tomará décadas y mucho sufrimiento retomar aquello que nos ha sido arrebatado en cuestión de meses, dos visiones se enfrentaron en el renacimiento, por un lado, la supremacía de los poderes absolutos, tales como el clero y la monarquía, cuyas consecuencias negativas experimentamos hasta nuestros días las naciones cuya cosmovisión absolutista nos infectó.

Por el otro lado tenemos una cosmovisión de la supremacía de la ley, así como el sol sale para todos, tanto la monarquía como el pueblo llano deberían estar sometidos a la misma ley, siendo esta igual para todos, siendo las consecuencias de esta última cosmovisión las que convertirían a occidente en una potencia cultural, económica y civilizadora, sobrepasando antiquísimos imperios como el chino o el japonés e incluso las potencias musulmanas.

Casi quinientos años después nos topamos ante la misma interrogante, ¿supremacía de la ley o de las instituciones?

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