De súbditos a ciudadanos – Parte 2

Por Abraham Garza Alemán

Recordemos que los puritanos huyeron de Inglaterra buscando un lugar donde pudieran libremente ejercer su religión, aunque hubo otros grupos de puritanos que se quedaron y lograron la revolución gloriosa, citada anteriormente y que daría como triunfo definitivo el parlamentarismo, otros huyeron a Holanda, lugar donde los calvinistas establecieron un sistema de libertades avanzado para su tiempo que proporciono refugio tanto a judíos como a seguidores de diversas fes.

Aquellos que llegaron a Inglaterra a bordo del Mayflower eran otro grupo de puritanos, que más allá de la ya conocida festividad de acción de gracias, uno de ellos fue John Endicott, primer gobernador de Massachusetts, John Winthrop, segundo gobernador de citada colonia, William Penn, un luchador incansable por la libertad religiosa y de los derechos de los indios, entre muchos otros que compartían una cosmovisión puritana, incluso debemos mencionar que tanto Yale, Princeton y Harvard fueron universidades fundadas por puritanos.

Como lo señalaría el estadista inglés sir James Stephen, la corriente puritana se distinguía por compartir cuatro puntos políticos sumamente interesantes.

1. La voluntad popular era una fuente legítima de poder de los gobernantes.

2. Ese poder podía ser delegado en representantes mediante un sistema electivo

3. En el sistema eclesial clérigos y laicos debían disfrutar de una autoridad igual, aunque coordinada

4. Entre la iglesia y el estado no debería existir ninguna alianza ni mutua dependencia.

Estos principios en la actualidad son generalmente aceptados en occidente, pero para el siglo XVI eran algo sumamente revolucionario.

Es por eso que la declaración de independencia al leerla incluso hoy, después de casi trescientos años, sigue conmoviendo y despertando ese antiguo anhelo de libertad que en su momento logró consolidar la república más exitosa de la historia de la humanidad.

“Sostenemos que estas verdades son autoevidentes, que todos los hombres son creados iguales, que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para asegurar estos derechos, los gobiernos son instituidos entre los hombres, derivando sus justos poderes del consentimiento de los gobernados; que cuando cualquier forma de gobierno se convierte en destructiva de estas finalidades, es el derecho del pueblo alterarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno, colocando su fundamento sobre tales principios y organizando sus poderes de tal forma como les parecerá más probable efectuar su seguridad y felicidad”

Es sumamente interesante ver cómo los padres fundadores no apelaban a que la autoridad deriva de sí mismos, sino que apelaban a “las leyes de la naturaleza y del Dios de la naturaleza”. Esto significa que ellos creían que existía una naturaleza humana y que dicha naturaleza procedía del mismo Dios y en su momento quien estaba quebrantando dichas leyes no eran ellos sino el rey inglés. Por lo que la causa de la independencia era una causa legal y noble no nacida de la voluntad humana, sino del respeto hacía las leyes que derivan del mismo Dios.

Como podemos ver, esta cosmovisión era ajena a la Ilustración, pero que iba acorde a la visión puritana, ya que los derechos de los ciudadanos no son fruto del capricho de los hombres, sino que emanan del mismo Dios y están por encima de cualquier otra consideración.

Como podemos observar, dicha visión de los derechos al ser humano, formaban parte de una verdad mucho más elevada que no correspondía al corazón humano, sino que eran evidentes por sí mismas, ya que ninguna entidad humana puede garantizar la felicidad a nadie.

Es por eso que en occidente prevalece el ideal de que somos ciudadanos, ya no más súbditos, no estamos a merced de ningún monarca o institución, sino que es el poder quien debe darle cuentas a sus gobernados, siendo solo una entidad que está para garantizar derechos naturales que nadie puede abolir.

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