Por Abraham Garza Alemán
Cuando hablamos de república, democracia y de supremacía de la ley, debemos hacer referencia al suceso ocurrido en Inglaterra, acerca de la resistencia del parlamento de raíces puritanas en contra del déspota monarca Carlos I, quien terminaría siendo decapitado y dicho suceso le daría la victoria a Cromwell y los parlamentarios en la guerra civil que culminó en 1649. Además, vale la pena recalcar que dichos sucesos sentarán las bases para que en el siglo XX se estableciera el derecho internacional contra los crímenes de guerra.
Además recalcó que dicho triunfo no trajo la victoria definitiva del parlamento, ya que en 1660 se daría a inicio a un suceso conocido como “la restauración”, que trajo al trono inglés a Carlos II, hijo del monarca justamente ejecutado. Desde ese momento hasta su muerte en 1685, el terriblemente inmoral y depravado Carlos II, no solo trajo persecución para los parlamentarios, sino que involucró la cuestión religiosa para que en contra de la voluntad popular, quiso someter a Inglaterra a la iglesia católico-romana. Dicho objetivo que también sería perseguido por su hijo Jacobo II.
Esto lo hacían no porque fueran personas preocupadas en los asuntos de fe, sino que fue una estrategia para conseguir el visto bueno de las monarquías católicas del continente, así como para dividir a la población y hacerlos pelear por cuestiones religiosas en vez de poner atención a los excesos del monarca.
Jacobo II desplazó al obispo de Londres y eliminó a profesores protestantes del Magdalen College de Oxford sustituyéndolos por católico-romanos. Además de crear un ejército permanente y colocó en las posiciones de mando a católicos mientras que purgó de protestantes el ejército inglés en Irlanda. Añadió que intentó crear un partido monárquico que neutralizara a los conservadores y liberales e incluso ordenó la detención de William Sancroft, el arzobispo de Canterbury, y otros seis obispos. Dicha acción despótica del monarca fue anulada por los tribunales y los siete obispos fueron declarados inocentes en medio de los vítores del pueblo.
La tensión llegó a niveles extremos cuando Jacobo II tuvo un hijo que previsiblemente terminaría los despóticos proyectos del monarca, ya que la esperanza de los parlamentarios era que reinara la hija del rey, María, que era mucho más moderada y prudente, además de ser partidaria de la libertad religiosa.
Esto provocó que conservadores y liberales se unieran ante lo que podía convertirse en una verdadera crisis nacional. En 1688, María, su esposo, el Estatúder holandés Guillermo de Orange y el parlamento iniciaron una revolución que pasaría a la historia con el sobrenombre de Gloriosa, ya que todo ocurrió sin derramar una sola gota de sangre.
Guillermo fue aclamado cuando la población vio que su lema de estandarte era “mantendré las libertades de Inglaterra y la religión protestante”, incluso la princesa Ana, hija de Jacobo II, se pasó al bando de Guillermo. Jacobo II hubiera podido aceptar la ayuda de Luis XIV, el monarca absoluto de Francia, pero entendió que no podría ganar la guerra civil.
Capturado mientras intentaba huir del país, Jacobo intentó mantenerse en el trono pero ya no existía tal posibilidad. Después trató de volver apoyándose en la población católica de Irlanda, pero fue derrotado y en 1691 se dio por consumada la victoria del parlamentarismo.
Dicho suceso tuvo una importancia grandiosa en la historia de la democracia y la libertad, ya que nació la declaración de derechos, que eliminó la posibilidad de una monarquía absoluta que se casara con poderes religiosos. El parlamento ahora limitaba el poder del monarca, impidiendo que este pudiera arbitrariamente suspender leyes, establecer impuestos o mantener un ejército permanente en tiempo de paz. Así fue que desde 1689 el régimen inglés sería una monarquía parlamentaria en la que el parlamento justamente aumentó su poder en paralelo a la pérdida del mismo por el rey.
Todo esto fue gracias a la influencia puritana que sentó las bases de un sistema parlamentario. Aunque mayor logro se vería no en tierras inglesas, sino al otro lado del Atlántico.
En 1776 los colonos del hoy Estados Unidos se rebelaron contra la monarquía inglesa declarándose independientes, muchos se lo quieren atribuir a la corriente de la ilustración europea de corrientes teístas, lo cual no corresponde a la realidad. Ya que dicha revolución no habría tenido un desenlace positivo de no ser porque su población tenía profundas raíces puritanas y una cosmovisión de libertad y virtud.
Añado que la base de la revolución americana no fue la ilustración, cuya visión era despótica y oligárquica del poder político, por ejemplo, para el filósofo alemán, Immanuel Kant consideraba que el príncipe ilustrado era aquel que permitía la libertad religiosa, sin duda, algo importante para los padres fundadores, pero no suficiente. Otro caso fue Voltaire, que aspiro a que reyes como Federico II de Prusia o Catalina la Grande se dejaran inspirar por ellos, pero no a que renunciaran siquiera a una parte de su poder para entregárselo al pueblo.
Podemos ver que este “despotismo ilustrado”, a pesar de compartir ciertas metas con la cosmovisión puritana, la visión de los patriotas americanos fue mucho más allá.
Debemos recalcar que cualquier sistema de gobierno se verá reflejado el pueblo, el gobierno es solo la punta del iceberg de muchos elementos que conforman la civilización, es por eso que, en los Estados Unidos, donde la mayoría de su población compartía una cosmovisión puritana, no fue la excepción.