Por Abraham I. Garza
El mundo cambia, ha cambiado y seguirá cambiando, así como cambia en todo momento. Mientras estuve redactando estas líneas y mientras dedicas un espacio de tu tiempo a leer estas palabras, el mundo sigue cambiando.
En pleno siglo XXI hablar de izquierda y derecha es quedarse obsoletos, los términos de izquierda y derecha han cambiado por el correr de los siglos desde lo sucedido en la Francia del siglo XVII, donde dichos términos cobraron relevancia. Es triste ver como día con día hay sectores entre los que buscan defender un orden natural se empeñan en tratar de explicar nuestro mundo como si viviéramos en las vísperas de la caída del muro de Berlín o peor aún, hay quienes pretenden explicar nuestro mundo como si fuera la época de la revolución o la independencia.
Tal pensamiento ha pasado de ser gracioso a triste, la izquierda y derecha han ido evolucionando, cambiando, traicionándose y redefiniéndose con el correr del tiempo. Hoy hay un enfrentamiento entre los globalistas y los patriotas, si bien es cierto que usualmente la izquierda ha tomado una postura internacionalista, no deja de haber grupos de “derecha” que se han sometido por completo a los intereses de la agenda globalista, por otro lado los grupos patriotas están sumamente variados y desorganizados, desde los liberales, los conservadores tradicionalistas, los nacionalistas, etc.
Y pareciera que no se dan cuenta que el enemigo que tenemos enfrente va mucho más allá de las viejas rivalidades, es por eso por lo que debemos entender a que nos referiremos como “Agenda Globalista”, definición que no la daré yo, sino que citaré a uno de los representantes más visibles de la misma, David Rockefeller.
“Algunos creen incluso que nosotros, los Rockefeller, somos parte de una cábala secreta que trabaja contra los mejores intereses de los Estados Unidos, caracterizando a mi familia y a mí como “internacionalistas” que conspiran alrededor del mundo con otros para construir una estructura global política y económica más integrada, un mundo, si se quiere. Si esa es la acusación, me declaro culpable y estoy orgulloso de ello”
Las palabras mencionadas anteriormente no fueron sacadas de ningún video o blog conspiranoico de aquellos amantes del papel aluminio como sombrero. Sino de sus mismas memorias publicadas a inicios del siglo XXI.
Pocos saben que la hija de David Rockefeller, Peggy Rockefeller se le había visto visitando frecuentemente la isla de Cuba desde 1985, además de ser bien sabido que Pierre Trudeau, padre del actual primer ministro canadiense Justin Trudeau, era un amigo bastante íntimo de la dictadura castrista, además es necesario recalcar que el 23 de octubre de 1995, aniversario de la Organización de las Naciones Unidas, se reunieron tanto dirigentes políticos como financieros norteamericanos.
La reunión tendría lugar en una de las ciudades más emblemáticas del “capitalismo”, la ciudad de Nueva York. Una vez terminada la guerra fría y salvo unas poquísimas excepciones como el disidente Vaclav Havel, líderes socialistas y financieros norteamericanos se esforzaron cada vez menos en ocultar su mutua simpatía.
Tal fue el caso de la emblemática fotografía del dictador cubano Fidel Castro, con el financiero David Rockefeller, o la reunión para nada secreta en el edificio del consejo de relaciones exteriores en Park Avenue.
Durante mucho tiempo nos vendieron la idea que los financieros y la elite social comunista eran grandes enemigos, la realidad es bastante diferente ya que temas por ejemplo el aborto, fueron prioridad para la elite bancaria durante mucho tiempo, y al ver sus objetivos frustrados tuvieron que recurrir a la manipulación de los “tontos útiles” para darle legitimidad a su agenda, mientras ellos actuaban como titiriteros.
No es de extrañar que fundaciones como la open society de Soros, la fundación Rockefeller, la fundación Ford (Henry Ford era admirador del régimen nacional socialista), siempre figuren como principales aliados y patrocinadores de movimientos subversivos como el feminismo, la agenda ambientalista, movimientos LGBT+ y muchos más, incluso uno de los colaboradores del Jesuita James Martín en su ministerio de católicos LGBT+ ha recaudado fondos para la agencia abortista IPPF.
El mundo ha cambiado y seguirá cambiando, aferrarnos a fantasmas del pasado solo hará que nos estanquemos y al igual que Don Quijote, estemos peleando contra molinos de viento, imaginando que son gigantes.