Por Edwin Magaña
José Manuel Fernández en su artículo “El síndrome post-aborto. Un acercamiento desde la psicología y la bioética” nos dice acerca de dichas implicaciones para la psique de la mujer, entre ellas el síndrome post-aborto:
“la práctica clínica de la Psicología demuestra que la mujer -y cualquier otra persona involucrada en este procedimiento se puede ver afectada, reflejando trastornos psicosomáticos. El Dr. Nathanson, uno de los pioneros en los estudios acerca del tema, se percató que la mujer que se sometía a este procedimiento, pasado el tiempo, presentaba síntomas no sólo de carácter físico (cefalea, gastralgia, etc.), sino también emocional (insomnio, crisis de angustia, crisis depresivas, abuso de alcohol, dispareunia, frigidez, anorgasmia, etc.)” A posteriori de practicar el aborto empieza a hacerse manifiesto todo un conjunto de problemas que afectará de múltiples formas a la que hasta antes de tal hecho fue mamá, por ejemplo:
“afecta tanto a la madre como al padre. El aborto destruye el vínculo natural entre padres e hijos, quedando ambos progenitores con una sensación de vacío, lo que dificulta la relación de pareja. En la mujer se crea una situación de conflicto entre su papel de madre y el papel que desempeña en la destrucción de la vida de su niño no nacido.
Generalmente esta situación de conflicto se acompaña de la vivencia de un difícil desarrollo del duelo. En este existe una gama y una profundidad de emociones y sentimientos que no se han experimentado antes o no es habitual vivenciar. El individuo, al encontrarse frente a nuevas situaciones, no es capaz de enfrentarlas de una manera adecuada, ya que no puede utilizar los mecanismos habituales frente a ellas”
Nos cuentan Gómez Lavín y Zapata García acerca del síndrome post-aborto:
“En los 10 casos de SPA estudiados se cumplen los criterios diagnósticos de trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Además, las pacientes con SPA presentan algunos síntomas de especial interés cualitativo, como reiterados y persistentes sueños y pesadillas relacionados con el aborto, intensos sentimientos de culpa y la «necesidad de reparar»”. Tal análisis de antedicho por los autores ya mencionados, nos ofrece estadísticas del síndrome post aborto en su hogar (Navarra) que corrobora la existencia de dicha implicación psicológica e inclusive -en casos más radicales- psiquiátrica que por parte de los sectores pro-aborto tienden de manera deliberada a negar: “En un reciente estudio sobre las respuestas psicológicas de las mujeres después del primer trimestre del aborto se señala que «sólo» seis mujeres, el 1 % de la muestra de 442 pacientes, refería haber sufrido trastorno postraumático.
Si aplicamos dicho porcentaje a los 77.125 abortos provocados declarados en nuestro país en el año 2002 o a los 533 declarados en Navarra ese mismo año tenemos que al menos 771,25 mujeres pueden sufrir cada año este grave trastorno en España y 5,3 en nuestra comunidad (sin contar las formas de inicio diferido que podrían aparecer uno o varios años después)”
Una vez llevado a cabo el aborto, el complejo duelo interno psicoafectivo en la mujer se hace manifiesto con sentimientos de culpa, remordimiento, ansiedad y depresión, las cuales podrían conllevar a algo peor.
Susan Stanford-Rue, actualmente co-directora del Institute for Pregnancy Loss. Nos habla de su experiencia tratando casos de mujeres y parejas que tras el aborto experimentaron el síndrome ya mencionado con anterioridad: “Aquellos de nosotros que trabajamos en este campo tenemos la certeza de que hay muchas mujeres que no esperan encontrar estos efectos posteriores. Siento tristeza decirles que en más de veinte años de práctica profesional he visto cientos y cientos de mujeres en mi oficina, muchas resumiendo sus sentimientos en las frases: <<¿Por qué nadie me dijo?>>, <<¿Por qué nadie me dijo que me sentiría así?>>, <<Todo lo que puedo hacer ahora es aprender a afrontar esto; mi bebé ha muerto, ya no puedo hacerlo regresar acá y no podré nunca perdóname a mí misma>>. No fueron una o dos personas quienes me dijeron eso. No fueron dos docenas de personas. He oído esto de cientos, cientos y cientos”.
La revista de bioética “Cuadernos de Bioética” nos cuenta en su publicación titulada “Hablan las madres. La parte menos contada del aborto voluntario” con referencia a España que:
“Parece que estamos ante una somatización vivencial, ante una exteriorización de la experiencia con clínica tan diversa como la tristeza, la evitación u hostilidad ante el recuerdo, las crisis de llanto, la indiferencia fingida, el insomnio, las pesadillas, la desmotivación, el activismo, la ansiedad, los trastornos de la alimentación o las disfunciones sexuales. Se trata, en definitiva, de una alteración grave y silente que a menudo evoluciona a enfermedad crónica y que puede enmascararse tras diversas alteraciones psicosomáticas, conductuales o mentales. A lo apuntado hasta ahora, se suma su gran relevancia epidemiológica, estimándose que lo experimenta entre un catorce y un diecinueve por ciento de las mujeres que abortan, lo que sólo en nuestro país supone una media de 18.477 casos anuales, por no hablar de las cifras millonarias de aborto a nivel mundial que lo convierten en una auténtica pandemia” El síndrome post-aborto se puede clasificar en entre los trastornos originados por un acontecimiento vital importante. “Dicho acontecimiento estresante podría ser experimentado por la paciente como un «estrés psicosocial identificable, o bien como un estresante traumático, excepcional (físico o psicológico) o catastrófico, en cuyo caso el síndrome se incluiría entre las reacciones a estrés grave”.
Stanford Rue también nos dice que toda mujer -en su experiencia trabajando- sufre la pérdida de su hijo, pero que entre el 20 y 50 % de ellas sufren algún trauma grave.
De forma general, los trastornos y problemas psicológicos a posteriori del aborto son varios, estos son algunos: sensación de culpa, mala respuesta de adaptación al estrés, trastornos del estado de ánimo (como la depresión), trastornos emocionales (agresividad, incapacidad de establecer vínculos duraderos, etc.), aparición o agravamiento de trastornos de la personalidad, trastornos de alimentación, alteraciones de la función sexual o trastornos del sueño.
Como se ha demostrado, lejos de ser un acto de una supuesta “liberación” de la mujer, solamente la dejará a merced de una conciencia y una moralidad propia que tras dicho evento la harán comprender lo que la mercantilización humana arrebata, lo que el relativismo moral causa. Todo ello, es la bienvenida de las biopolíticas.