Por Abraham Garza Alemán
Ya en tiempos modernos la ley de Lord Ellenborugh de 1803 convirtió el aborto después del parto en un delito capital a la vez que castigaba con distintas penas el previo alumbramiento. En 1861 el parlamento inglés ratifico la ilegalización del aborto, pero a esas alturas en los Estados Unidos, desde hacía décadas que los esfuerzos de los médicos pertenecientes a la American Medical Association habían impuesto una buena cantidad de normas legislativas que colocaran fuera de la ley la mayoría de los abortos.
También debemos recordar que algunas de las más encarnizadas opositoras del aborto fueron las sufragistas y feministas de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. Como fue es el caso de Elizabeth Cady Stanton y Mary Wollstonecraft.
Un caso bastante interesante es el de Margaret Sanger, una enfermera estadounidense fundadora de lo que hoy se conoce como la Federación Estadounidense para la Planificación Familiar (Planned Parenthood Federation of America), que empezó deseando la difusión de los medios anticonceptivos y sufría viendo la situación precaria de muchas mujeres, lo que la llevaría en 1921 a crear la liga americana para el control de la natalidad e incluso llegó a afirmar que: “El acto más piadoso que puede hacer una familia numerosa por uno de sus hijos más pequeños, es matarlo” o incluso afirmó que: “Ninguna mujer y ningún hombre tendrá derecha a ser madre o padre sin un permiso de procreación”.
Lamentablemente esta no sería su peor idea, sino aquella por la que creó su famosa liga: la limpieza racial para eliminar enfermedades transmisibles, defectos mentales, pobreza y delincuencia, esta idea fue la que terminó germinando y dando fruto a todas estas corrientes de pensamiento que rezan:
“Matar para vivir”
Los sectores pro muerte defienden a capa y espada que debemos matar a todos los seres “indeseables” desde el vientre, tal como en su momento Sanger creía que los negros, judíos, orientales y discapacitados no tenían derecho a vivir y muchos menos “esparcir” sus genes “defectuosos” llegando al punto de sugerir la esterilización forzada.
De hecho en la Revista Control de la Natalidad, una revista muy alabada por los nazis y de la cual Sanger era editora, llegó a escribir en 1919: “Más nacimientos entre personas aptas y menos entre las no aptas, ese es el objetivo principal del control de la natalidad”.
Sanger nunca ocultó sus verdaderas intenciones, al grado que Planned Parenthood ha tenido que reconocer a regañadientes que su fundadora daba conferencias sobre estos temas a grupos del Ku Klux Klan. Una agrupación sumamente racista y antisemita bastante alineada en su tiempo con los intereses del partido demócrata en su tiempo y no es de sorprenderse porque IPPF (siglas de Planned Parenthood), apoyó financieramente en su momento a la candidata Hillary Clinton.
Volviendo a la filosofía eugenésica y racista, en 1939 Sanger creó el “Proyecto Negro” para frenar la natalidad de este grupo social, quienes en sus palabras, se reproducían “Desastrosamente y sin freno”, para lograrlo recurrió a algunos pastores negros de dudosa procedencia para recorrer el sur de los Estados Unidos predicando el control de la natalidad, hasta la fecha esta ha sido una estrategia bastante interesante ya que incluso el Vaticano se ha visto en la posición de condecorar y recibir personajes pro aborto.
Ya en la década de los 40’s se abrieron las primeras clínicas proveedoras de abortos en Tennesse, donde los negros constituían un 25% de la población; con el pasar del tiempo, los informes indicaban que la vida de los pacientes atendidos por las clínicas no mejoraba con la aplicación de tales medidas. Ante esto IPPF informó que algunos negros comparaban el control de natalidad con el aborto y la segunda que otros lo consideraban inmoral. Lo cierto es que dicho programa solo tenía la intención de reducir la población negra. Objetivo que logró en 1983 ya que los negros componían el 11% de la población estadounidense pero concentraban entre el 32 a 43% de abortos.
De hecho IPPF admitió que en 1992, el 23.2% de las mujeres que abortaron fueron negras, aunque solo representen el 13% de su población total, y en 1996 con una representación del 14%, reunían el 31% de los abortos.
IPPF en 2016 tenía alrededor de 46 mil clínicas (ironicamente McDonalds tenía 33,990 restaurantes), lo cual nos da a entender que el asesinato es un negocio sumamente lucrativo, siendo el costo de un aborto en alrededor de 1,500 dólares. Recordemos que esto no puede ser gratuito, alguien tiene que pagarlo y como el estado no genera riqueza, somos nosotros los contribuyentes quienes a punta de pistola, financiamos este genocidio con nuestros impuestos.
Una estrategia bastante interesante es que IPPF se presenta bajo distintos nombres tal como el mismísimo satanás para sostener la mentira. Pero cuando profundizamos un poco podemos ver una línea de financiamiento bastante clara, es por eso que tantos artistas, cantantes y medios de comunicación se dediquen a limpiar la imagen del genocidio infantil, solo siguen la línea que les fue impuesta por aquellos que lucran miserablemente con la vida humana.
En 2015 David Daleiden, activista norteamericano, con cámaras ocultas en las clínicas de IPPF evidenció la venta ilegal de restos de fetos abortados, cosa contraria a la ley incluso para fines de investigación, a raíz de esto se comprobó que se podían vender tejidos de 30 a 100 dólares. Esto provocó una investigación y votación en el congreso americano para quitarle los fondos a IPPF, proyecto que vetó Barack Obama ya que dicha organización había financiado su campaña.
No sería sino hasta la llegada de Trump, que dichos subsidios fueron retirados, pero lo cierto es que a este paso en los Estados Unidos no será posible hacer el recambio poblacional y terminará convirtiéndose en un país de viejos, tal cual esta ocurriendo en Europa, siendo esa es la razón por la cual IPPF ve en Latinoamérica el campo fértil para seguir lucrando con la vida humana.