Por: Jorge Callejas (05/11/2020)
El garante de la institucionalidad en los Estados Unidos está bajo fuego. El Partido Demócrata busca acabar con la excepcionalidad que ha hecho de la tierra de Washington, Jefferson y Adams un ejemplo para el mundo.
Con las elecciones Presidenciales del 2020 en los Estados Unidos manteniendo al mundo al filo de la butaca gracias a la sospecha de fraude, la lentitud del conteo de los votos en estados clave así como los ataques entre cada bando es justo preguntarse cómo funciona el sistema que miembros notables del Partido Demócrata – Hillary Clinton, la senadora Elizabeth Warren, el eterno candidato y senador por Vermont, Bernie Sanders y la congresista Alexandria Ocasio Cortez, entre otros- han calificado de antidemocrático y arcaico y que de resultar ganadores en esta contienda pugnarán por cambiar:
El Colegio Electoral.
Dicho sistema nació en la Convención Constitucional de Filadelfia, en 1887. Los padres fundadores de la Unión Americana consideraron, tras un profundo estudio de la historia, que el dejar al voto popular la elección del Ejecutivo era una receta para la “Tiranía de las mayorías” así como para la formación de facciones que dinamitaran los cimientos de la novel nación.
¿Cómo funciona?
La elección se lleva a cabo en dos fases; la primera comprende un proceso meramente democrático. Los 51 Estados de la Unión llevan a cabo un proceso electoral para elegir a un número de electores con los que su Estado cuenta.
El Partido/Candidato que obtenga más votos se queda con los electores que a su vez tendrán la responsabilidad de elegir al Presidente. En total existen 538 electores por lo que se requieren al menos 270 de estos para declarar a uno u otro candidato vencedor.
La segunda fase es la que levanta polémica entre los liberales (manera en la cual se les denomina a los izquierdistas en los Estados Unidos) y al resto del mundo que no comprende la importancia de la misma.
Un candidato puede ganar el voto popular y, aún así, perder la elección presidencial.
Cada Estado tiene un número de electores determinado – siendo California (55) y Texas (38) los que poseen la mayor cantidad de los mismos – sin embargo para que un Candidato pueda ganar la elección en turno es indispensable que éste recorra el país buscando convencer a votantes de distintos orígenes e inclinaciones, evitando así que estos se focalicen en mantener a su base o que solo pongan sus reales en los grandes centros urbanos, lo que fortalece el peso de los votos emitidos en Estados con pocos electores asignados o en regiones rurales dándole de por medio a la decisión del ciudadano un peso específico sin el cual el aspirante a la presidencia no podría ganar la elección.
En el Colegio Electoral radica la solidez y eficiencia del sistema Norteamericano, cosa que sus críticos han olvidado y que se fundamenta en una verdad evidente:
Los Estados Unidos de América no son una Democracia, sino una República.
La elección del votante se ve aquilatada por el Colegio Electoral y evita así que se presenten los males que aquejan a los procesos Electorales basados enteramente en la elección popular, los cuales, como en el caso de México, causan que las elecciones las determinen siempre los mismos Estados de nuestra mal llamada “Federación” y que estén sujetos a los vicios que al sur del Río Bravo estamos tan acostumbrados.
Las circunstancias que vive actualmente el vecino del norte pueden poner en entredicho la valía del Colegio Electoral de no ser porque el sistema de voto por correo implementado a escala nacional a raíz de la pandemia de COVID – 19 tiene muchos puntos ciegos que empañan el proceso lo que dificulta que este trabaje con la legitimidad que le reviste la Constitución, sin embargo mal haríamos en ignorar la sabiduría de los fundadores de la Unión Americana soslayando un sistema que, si bien no es perfecto, es mejor que todos los demás.