Por: Sandra Ánimas
El término populista se utiliza, para describir a los regímenes políticos, cuyos fines demagógicos, consisten en distribuir recursos en los sectores más vulnerables y/o beneficiando solamente a quienes le apoyan políticamente, mientras el gasto se realiza en grupos o sectores de baja productividad económica.
Del mismo modo, destinan fondos excesivos a proyectos con bajamente productivos económicamente, descuidando el déficit fiscal y la balanza de pagos. El gasto en sectores poco productivos sea con fines políticos o sociales, con el tiempo repercute en reducciones de la productividad general del país. Estos gastos pueden financiarse de diversa manera, mediante impuestos, afectando la redistribución, con deuda, afectando a futuras generaciones, o con impresión de dinero, con efectos inflacionarios, distorsión de precios relativos, y la redistribución.
El populismo económico, con beneficios temporales, han sido políticas económicas expansionistas, con ejercicio de gasto público deficitario, destinadas a proyectos de índole social, incluyendo infraestructura básica. Estas políticas se financian por endeudamiento o emisión de billetes, pero consecuenta un proceso inflacionario, elevando el nivel de ingresos nominal y por tanto las importaciones, con un tipo de cambio fijo. La moneda local se sobrevalua con rapidez, lo que incrementa aún más la demanda por importaciones, multiplicando la demanda de divisas y por tanto la presión sobre la balanza de pagos. Cuando se debe financiar los déficits en la cuenta corriente de la balanza de pagos, se realiza a través de endeudamiento o de inversión extranjera, o recurriendo a la reserva del banco central, la cual normalmente no es suficiente para soportar un exceso de demanda en dólares. Desencadenando entrar a una crisis externa, obligando a una devaluación del tipo de cambio, encareciendo las importaciones, provocando incrementos en la inflación.
Cuando hay escasez de divisas y un alto precio de estas, en un contexto de dependencia del aparato productivo de importaciones de insumos esenciales para la producción de un sector exportador débil, poco diversificado, propio de una economía emergente, contrayendo la oferta. Esta recesión, baja el salario real y disminuye el nivel de bienestar de la población. Es inminente una concientización donde el gasto se enfoque en educación, salud y proveer de bienestar a todos los ciudadanos, no a algún sector en particular, se debe procurar una oferta sana, un apoyo al emprendimiento y la innovación, así como la especialización de los sectores productivos para ser competitivos en el mercado nacional y atractivos al exportar. Así como una cultura financiera para que se incentive el ahorro y la liquidez. Tomemos el siguiente ejemplo, para analizar las causas de la devaluación del 76.
El sector primario perdió a costa del sector secundario, tras la recesión de 1971, así como a el auge económico estimulado fundamentalmente por el gasto público y por el crédito externo, dando lugar a la devaluación de agosto de 1976.
En el 72, el déficit explotó al casi duplicarse como porcentaje del producto, pues pasó de 2.5% a 4.9% en sólo un año. El Banco de México aumentó la base monetaria a través de imprimir dinero para hacer frente a las demandas de fondos por parte del gobierno, Banco de México decidió disminuir las tasas de interés y expandir la oferta a fines de mayo de ese año a través del multiplicador, o sea reduciendo el encaje legal, la expansión del medio circulante ya estaba en una carrera ascendente.
En el 73, se aumentaron los impuestos sobre los ingresos mercantiles, reforma realizada un año antes, s el creciente conflicto entre el sector privado y el gobierno por las tendencias de izquierda que estaba siguiendo el ejecutivo, parecen ser las causas de la reducción de la tasa de crecimiento de la inversión privada en esos años, tras declaraciones del presidente en curso acerca de los retiros de dólares del sector privado, la relación entre el sector privado y el gobierno seguía fragmentándose, sin embargo, se incrementó la tasa de interés, elevando los requisitos de reserva de los depósitos bancarios. La falta de crédito disponible en el sector bancario obligó al sector privado a recurrir al endeudamiento externo y, por otra parte, las posibilidades del gobierno de financiarse a través del encaje legal como en el pasado se habían reducido también, obligándolo a recurrir cada vez más al financiamiento inflacionario y al crédito del exterior.
En el 74, el déficit de la balanza de pagos siguió deteriorándose. En el 75, el PIB disminuyó su tasa de crecimiento, la inflación cedió, pero el déficit de cuenta corriente aumentó, el endeudamiento externo se había duplicado. Entre 1970 y 1974, la inflación acumulada llegó al 76.4%, el tipo de cambio, se sobrevaluó 50.57% referente al dólar, abaratando importaciones, disminuyendo la rentabilidad de las exportaciones. En el 75, se redujo la inversión privada, las medidas para contrarrestar lo que sucedería un año después, controles de precios, incluyendo la tasa de cambio, y en realidad no había la voluntad política para estabilizar la economía.
El sector primario perdió a costa del sector secundario, tras la recesión de 1971, así como a el auge económico estimulado fundamentalmente por el gasto público y por el crédito externo, dando lugar a la devaluación de agosto de 1976. En el 72, el déficit explotó al casi duplicarse como porcentaje del producto, pues pasó de 2.5% a 4.9% en sólo un año.
El Banco de México aumentó la base monetaria a través de imprimir dinero para hacer frente a las demandas de fondos por parte del gobierno, Banco de México decidió disminuir las tasas de interés y expandir la oferta a fines de mayo de ese año a través del multiplicador, o sea reduciendo el encaje legal, la expansión del medio circulante ya estaba en una carrera ascendente. En el 73, se aumentaron los impuestos sobre los ingresos mercantiles, reforma realizada un año antes, s el creciente conflicto entre el sector privado y el gobierno por las tendencias de izquierda que estaba siguiendo el ejecutivo, parecen ser las causas de la reducción de la tasa de crecimiento de la inversión privada en esos años, tras declaraciones del presidente en curso acerca de los retiros de dólares del sector privado, la relación entre el sector privado y el gobierno seguía fragmentándose, sin embargo, se incrementó la tasa de interés, elevando los requisitos de reserva de los depósitos bancarios.
La falta de crédito disponible en el sector bancario obligó al sector privado a recurrir al endeudamiento externo y, por otra parte, las posibilidades del gobierno de financiarse a través del encaje legal como en el pasado se habían reducido también, obligándolo a recurrir cada vez más al financiamiento inflacionario y al crédito del exterior. En el 74, el déficit de la balanza de pagos siguió deteriorándose.
En el 75, el PIB disminuyó su tasa de crecimiento, la inflación cedió, pero el déficit de cuenta corriente aumentó, el endeudamiento externo se había duplicado. Entre 1970 y 1974, la inflación acumulada llegó al 76.4%, el tipo de cambio se sobrevaluó 50.57% referente al dólar, abaratando importaciones, disminuyendo la rentabilidad de las exportaciones. En el 75, se redujo la inversión privada, las medidas para contrarrestar lo que sucedería un año después, controles de precios, incluyendo la tasa de cambio, y en realidad no había la voluntad política para estabilizar la economía.
En las devaluaciones, los tipos de cambio son fijos, es decir el gobierno de un país establece el valor de su moneda nacional asociando el valor con el de la moneda de otro país. La paridad fija siguió hasta 1976. Tras un manejo financiero desastroso, el 31 de agosto de 1976 se anunció que la paridad frente al dólar se dejaría flotante, lo que llevó al dólar a 22 pesos al final del gobierno de Echeverría, una devaluación de 76%, consecuencia del populismo económico.